Monseñor Lefebvre: Morir el día que todo comienza...

Fuente: Distrito de América del Sur

El siguiente artículo fue publicado en la prensa del cantón de Valais, Suiza, por el editorialista René Berthod.

Hay 365 días para morir. Ninguno, sin embargo, se parece al otro y, para el cristiano, cada día es una fiesta particular: se celebra algún evento de la vida de la Iglesia o se celebra a sus hijos beatificados por la gracia.

Pero, si no es el azar, hay coincidencias evidentes para todos.

Monseñor Marcel Lefebvre, el fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, ha muerto en la madrugada del 25 de marzo. Primer día, este año, de la Semana Santa, es también una de las más grandes fiestas del año litúrgico; es la Anunciación, el día en que, por el fiat de María, se realiza la Encarnación. Es el día en que comienza en la tierra la obra de la divina Redención.

Me es grato saber que el arzobispo de Ecône, signo de contradicción, si lo fue, en la Iglesia de estos tiempos, atacado, rechazado, excomulgado, que volvió, por la fuerza de su discurso y el rigor de su conducta, vanos los ataques e irrisorias las condenas, haya encontrado su Juicio un 25 de marzo.

Se sabe que vino a Valais porque unos laicos salvaron del naufragio los terrenos de Ecône. Eran 5, de los cuales 3 ya han muerto.

Alfonso Pedroni murió el 1º de noviembre de 1978, el día de Todos los Santos; Guy Genoud murió la mañana de Pascua de 1987 y Roger Lovey, muerto en 1989, asistió desde los balcones eternos a la ordenación sacerdotal de su hijo: él murió, como San Pío X, el 20 de agosto.

Eso no quiere decir nada, pensarán algunos. Son libres de hacerlo. Pero otros se sentirán también libres de ver en eso las dulces atenciones de la Providencia.

Monseñor Lefebvre murió excomulgado.

Es un hecho. Pero los socorros de la Iglesia no le habían faltado. Y del mismo modo que es consolador para un padre en agonía bendecir a sus hijos reunidos alrededor de su lecho, Monseñor Lefebvre ofreció su último suspiro en el hospital de Martigny, estando a su lado el R. P. Simoulin, director del Seminario de Ecône, y el R. P. Franz Schmidberger, Superior de la Fraternidad.

Yo he anteriormente evocado el caso de un príncipe de Savoia, excomulgado y sin embargo canonizado. Mis referencias fueron discutidas. Acabo de comprara una Vida de Santa Isabel de Hungría, aparecida en 1980, de la Editorial Parvis de Friburgo. Allí leí que su esposo, espléndida figura del caballero cristiano, muerto al partir a la 6ª Cruzada, había sido excomulgado dos veces por los obispos alemanes que, siendo también príncipes temporales, se vengaron de esta semana de las derrotas militares que Luis IV de Turingia les infligió. En el “Robert”, donde se confirma su muerte en Otranto en 1227, se lo denomina “el Santo”…

Vivimos en Valais, actualmente, un momento importante de la historia de la Iglesia. He aquí que muere, al término de una larga vida enteramente dedicada al servicio de la Iglesia, un prelado misionero que, a la edad de retirarse, escuchó el llamado de jóvenes que no sabían a quién confiar su vocación sacerdotal.

Él emprendió en nuestro país la tarea de su formación, al comienzo en Friburgo, donde la Sociedad recibió la aceptación oficial de Mons. Charrière, el 1º de noviembre de 1970, luego en Valais, donde fue bien recibido antes de ser rechazado por la oficialidad eclesiástica.

En el seno de este enfrentamiento en que la “piedra de toque” es la misa, es en realidad de toda la fe católica que se trata.

Históricamente, habrá que explicar un día cómo fue posible que muriera, bajo excomunión, el más noble, el más valiente, el más fiel, el más católico de los prelados de la Iglesia latina.

Pero un día se explicará también que Monseñor Lefebvre fue excomulgado por una Iglesia de Asís que no era más la Esposa Inmaculada del Verbo divino.