Revista Iesus Christus Nº 161

Revista del Distrito, correspondiente al semestre abril-diciembre 2018. Lea la editorial del Superior de Distrito.

En la dispersión, bandera desplegada de restauración

Estimado Lector:

Esta revista está dedicada a asuntos de nuestra congregación, en tiempos afligidos de generalizada dispersión.

En julio pasado, la Fraternidad tuvo una importante reunión llamada Capítulo General. Obispos y sacerdotes nos reunimos en el
seminario de Écône, junto a la tumba de nuestro venerado fundador. Éramos cuarenta y uno, entre miembros del Consejo saliente, rectores
de seminario, superiores de distrito y casas autónomas, y los sacerdotes más antiguos de la congregación. Uno de los principales objetivos del Capítulo era la elección del Superior General. Con dos tercios de votos fue elegido el entonces rector del seminario Ntra. Sra. Corredentora, el Padre Davide Pagliarani, quien tendrá ahora la responsabilidad de guiar la Fraternidad durante los próximos doce años. Para nosotros fue una gran alegría, pues el Padre formó a las últimas generaciones de sacerdotes hispanoparlantes e hizo sentir a todos, en La Reja, su hospitalidad, consejo, y caridad. Se realizaron además elecciones para los cargos de Asistentes del Superior. Como primer asistente fue elegido Monseñor de Galarreta y, como segundo, el Padre Bouchacourt. Otra grata sorpresa, pues ambos fueron responsables de este distrito.

El Capítulo tenía también como objetivo la revisión del funcionamiento de la congregación, verificando que se trabaje con fidelidad en la tarea encomendada por la Iglesia –declarada en nuestros Estatutos– y que se viva el ideal de nuestro fundador que quiso transmitir, en toda su pureza doctrinal y en toda su caridad misionera, el sacerdocio católico de Nuestro Señor Jesucristo. En este sentido, el Capítulo fue como un gran examen de conciencia, reconociendo las fallas, analizando sus causas, buscando remedios y soluciones.
En esta Iesus Christus encontrará el mensaje final de los miembros del Capítulo, la presentación de las nuevas autoridades, y la primera entrevista al Padre Pagliarani, fiel reflejo de todo lo allí tratado. Imperdible.

Leyes anticristianas. Luchas intestinas. Principios conciliares

Mas, como toda revista de formación en temas de actualidad, se abordan igualmente algunos asuntos que han resonado en los últimos meses.

Tristemente sufrimos una crisis de la sociedad y de la Iglesia, que se ahonda y se prolonga, enfatizando la percepción de disolución y de dispersión de las instituciones.

Este año ha sido testigo de un aceleramiento y recrudecimiento de leyes antinaturales, que por ende son anticristianas. Aborto, eugenesia, eutanasia, ideología de género con sus planes de educación sexual. Todo al mismo tiempo y en variadas latitudes. Aborto e ideología de género en Colombia, Chile, Argentina, Paraguay, Ecuador, México, y Perú. Eutanasia y eugenesia en los países del primer mundo, “tradicionalmente” más de avanzada que los países latinoamericanos. Y si nuestras naciones otrora cristianas sufren mil trastornos, mil males, sufre también nuestra Madre, la Santa Iglesia. En estos últimos meses hemos presenciado numerosos ataques de la prensa internacional. Que miles de acusaciones aquí, que otros miles de expedientes allí. Causa de ello ha sido la conducta absolutamente condenable de algunos clérigos. Deplorable, totalmente reprochable.

Que los que hicieron mal, sean condenados y castigados. El Evangelio es contundente:

Quien escandalizare a uno solo de estos pequeños que creen en Mí, más le valdría que se le suspendiese al cuello una piedra de molino y que fuese sumergido en el abismo del mar.1

Pero, no se puede negar, la campaña mediática ha cobrado visos de injusta manipulación ideológica. Para algunos, poco importa si se afirma la verdad o la mentira, lo que se busca es denigrar a la Iglesia.

Además de ataques externos, se han levantado igualmente acusaciones internas de clérigos contra clérigos. Las denuncias del ex nuncio Viganó son ejemplo de esto. En revancha, se ha acusado al “clericalismo” como la causa de los abusos que hoy lamentamos. Ciertamente, si algunos usaron de su autoridad para evitar que se corrigiesen a los culpables, se debe deplorar tal actitud. Pero en este sucio problema es de lamentar, más bien, que no se combata públicamente la que parece ser la causa principal de estos males en el clero: la homosexualidad. ¡Ay del mundo por los escándalos!

En otro orden de cosas, el pueblo cristiano de países latinoamericanos ha probado en carne propia que, aplicando los principios del Vaticano II, no se puede luchar con firmeza contra las leyes anticristianas. Por ejemplo, en nombre de la libertad religiosa conciliar, no se puede ni nombrar a Cristo cuando se trata de defender la vida de los inocentes muertos por el aborto. Asimismo la nueva moral ha preferido construir el edificio de la ética sobre el fundamento fluctuante de la libertad y dignidad humanas antes que sobre la ley natural y objetiva del Creador.

En esta revista encontrará algunos artículos al respecto. Se concluye con una invitación a guardar serena confianza en que Dios se dejará conmover por penas y lágrimas dando la resurrección, como sucedió en Naím.

Dispersión

Parecería ser que, con tantos problemas, la sociedad e incluso la Iglesia, estuviesen a punto de la disolución y de la dispersión. Éste es el concepto que usa Jesús para el momento de su pasión: dispergi unusquisque in sua, "cada uno se irá por su lado" buscando salvar el propio pellejo.

Viene la hora, y ya ha llegado, en que os dispersaréis cada uno por su lado, dejándome enteramente solo.2

“Dispersión” es una precisa descripción de una sociedad que se desintegra, separándose sin orden los elementos que antes estaban cohesionados. Sociedades donde se oye un desesperado ¡Sálvese-quien-pueda!

Ciertamente las sociedades humanas pueden disolverse. No han recibido ninguna promesa de permanencia de parte del Todopoderoso. Pero no pasa lo mismo con la Iglesia. Cristo le ha prometido su divina asistencia hasta el final de los tiempos. Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. El divino Pastor protege siempre a su rebaño. En el pasaje citado, Nuestro Señor reclama delicadamente a los apóstoles pues lo dejaron solo en su pasión. Dejándome enteramente solo. Sus discípulos, en verdad, se escandalizaron cuando vieron la naturaleza humana de Cristo librada al sufrimiento y al escarnio.

Vosotros todos os vais a escandalizar de Mí esta noche, porque escrito está: Heriré al pastor y las ovejas se dispersarán.3

Debemos, pues, volver a Él, sin escandalizarnos de la cruz.

Bandera desplegada de restauración

Reagruparse en torno a Cristo. Restaurar todo en Cristo. Nuestro Señor Jesucristo es la piedra angular que une el edificio espiritual. Su doctrina, su gracia y su gobierno son los elementos para estar adherido a Cristo, que es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Restaurar todo en Cristo significa, en concreto, reagruparse en torno al altar, al santo Sacrificio de la misa, a los sacramentos de vida, a la doctrina de siempre, a la fe en la Iglesia de Cristo, la Romana. A pesar del escándalo de la cruz, permanecer firmemente aferrados a ellos.

Es el mensaje con el cual concluye el nuevo Superior General en su entrevista citando a nuestro venerado fundador, Monseñor Lefebvre, quien hace treinta años valerosamente llevó a cabo la operación supervivencia gracias a la cual la bandera de la tradición de la Iglesia sigue viva, enarbolada y desplegada, en tanta confusión y dispersión.

El pasaje de San Juan (16,33) concluye con las palabras del Salvador que, en las espesas tinieblas de esta noche, son firme candela de esperanza:

No estoy solo, el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas, para que halléis paz en Mí. En el mundo pasáis apreturas, pero tened confianza: Yo he vencido al mundo.

  • 1Mt. 18,6-7
  • 2Jn. 16,32
  • 3Mc 14,27