El cambio más impactante

La Fe católica se manifiesta a través de las oraciones oficiales de la Iglesia, es decir, la liturgia, de la cual la Misa es la expresión más perfecta. Desde el Concilio Vaticano II, la naturaleza de la Misa ha sido alterada considerablemente por un nuevo rito.

Un nuevo rito

Uno de los puntos más controvertidos dentro de la Iglesia católica en la actualidad es la cuestión de la Nueva Misa o Novus Ordo Missae. Esta Novus Ordo Missae, o una nueva forma de celebrar la Misa, fue introducida en 1969 por el papa Paulo VI.

Una idea detrás de los cambios

El liturgista a cargo de elaborar el nuevo rito, el Arzobispo Annibale Bugnini, dejó claro que la intención principal era diseñar un rito capaz de hacer cumplir el nuevo ecumenismo adoptado por el Vaticano II. Declaró en 1965:

Debemos arrancar de nuestras oraciones católicas y de la liturgia católica todo lo que pueda ser la sombra de una piedra de tropiezo para nuestros hermanos separados, es decir, para los protestantes”...

Para lograr este objetivo ecuménico, solicitó la ayuda de seis ministros protestantes.

El hombre como el centro de todo

En el nuevo rito el hombre se ha convertido en el centro de todo, en vez de Dios. El sacerdote y los fieles se reúnen en una cena para compartir unos con otros la presencia amorosa de Cristo.

Esta liturgia tan deseada, centrada en el hombre, ha producido cambios notorios: el uso de la lengua vernácula, la introducción de la "Misa de frente al pueblo" y el equiparar el papel de los laicos con el del sacerdote. Incluso el Santísimo Sacramento ha sido retirado del centro visible en la iglesia y con frecuencia se encuentra arrinconado, lejos del altar principal y fuera de la vista.

También se han introducido muchos abusos, como los Ministros de la Eucaristía, la Comunión en la mano y las niñas acólitas. Incluso las instrucciones del Vaticano II de que al canto gregoriano se le debe dar “un lugar de honor” han sido ignoradas.

Las consecuencias de estos cambios han sido, entre muchas otras, una disminución impresionante en el número de vocaciones religiosas y en la asistencia semanal a la Misa. La confesión sacramental, como una preparación importante antes de recibir la Eucaristía, también ha ido disminuyendo cada vez más.

Dios como el centro de todo

La Misa tradicional, por el contrario, se centra en adorar a Dios y en la verdadera naturaleza de sacrificio de la Misa. La Iglesia católica enseña que Jesucristo, a través del sacerdote, ofrece Su Cuerpo y Sangre a Su Padre en expiación por todos los pecados de la humanidad; la Sagrada Comunión es una consecuencia de este Sacrificio y permite a los hombres recibir los efectos del sacrificio de reparación.

El uso de una lengua sagrada como el latín para adorar a Dios, los muchos signos de respeto y adoración para mostrar nuestra sumisión amorosa a Él, el papel único del sacerdote ordenado que toma el papel de Cristo en el altar, el recibir con reverencia y humildad la Sagrada Comunión, de rodillas y en la lengua, los conmovedores cantos sacros, son todos indicativos de cómo la Misa nos dirige a Dios.

El regreso a la Tradición

El regreso a la forma tradicional de la liturgia ha producido consistentemente un incremento en las vocaciones, una mayor asistencia a la Misa dominical e incluso diaria, un acercamiento más frecuente al sacramento de la Penitencia y en general una mayor conciencia de la naturaleza sagrada, de sacrificio, de la liturgia.

La Misa tradicional y toda la doctrina que transmite es el medio para una restauración real de todas las cosas en Cristo.