Corpus Christi

Fuente: Distrito de América del Sur

Palabras de Mons. Lefebvre en la fiesta de Corpus Christi de 1976

Si hay una fiesta que debería estar en nuestros corazones, como sacerdotes, seminaristas o fieles católicos, es la fiesta del Santísimo Sacramento. ¿Qué hay más grande, más hermoso, más divino en nuestra santa religión que el Santo Sacramento de la Eucaristía?

Para mostrar su caridad y su amor por nosotros, ¿qué podía hacer nuestro Señor Jesucristo más eficaz, más evidente, que dejarnos bajo las especies del pan y del vino, su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad?

Por eso nos alegramos de reunirnos hoy en torno a Jesús en la Eucaristía, y de mostrarle nuestra fe en su Divinidad y nuestra adoración. Por eso, durante siglos y siglos en la Iglesia se ha establecido esta costumbre, esta tradición de adorar a Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Eucaristía, públicamente en los pueblos, en las ciudades, tanto en las pequeñas como en las grandes, en las casas religiosas, en los monasterios.

En todos los lugares donde se ha honrado la Eucaristía, en todas las fiestas del Cuerpo de Cristo, se honra públicamente la Santísima Eucaristía. Ya el Concilio de Trento dijo que Nuestro Señor Jesucristo debe ser honrado públicamente, para que los que vean y sean testigos de la fe de los católicos en la Santísima Eucaristía se sientan también atraídos por este homenaje que se rinde a Nuestro Señor Jesucristo, y crean finalmente en la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo presente en este gran sacramento.

Por eso haremos esta procesión, con toda nuestra fe, diciendo a Nuestro Señor Jesucristo: "Sí, creemos, Jesús, que estáis presente en este Santísimo Sacramento. Lo creemos hoy doble, triple, cuádruplemente, por todos los que ya no creen, por todos los que os desprecian en vuestro sacramento, por todos los que cometen sacrilegio". Haremos este acto de fe pidiendo a Nuestro Señor Jesucristo que aumente nuestra fe. Este es el fundamento y la prueba de nuestra santa religión católica.

Como dice la Escritura, ¿puede haber alguna religión en la que Dios se haya acercado más al hombre que en la religión católica? Esto es porque es la verdadera religión, porque Dios no cree que se haya rebajado al venir a nosotros y darse a sí mismo en su Carne y Sangre. Dios no se rebaja, sigue siendo Dios. Somos nosotros quienes debemos mostrar nuestro respeto, nuestra adoración hacia él. No por el hecho de que Dios actúe con nosotros en la sencillez, en el amor y en la caridad, debemos despreciarlo; al contrario, debemos agradecerle, darle las gracias por tener esta caridad inmensa, este amor infinito, este amor divino y permanecer cerca de nosotros.