El estado de la Misa Tradicional desde la reforma litúrgica

Fuente: Distrito de América del Sur

¿Cuál es la situación "jurídica" del Misal de San Pío V desde la promulgación de la reforma de Pablo VI y del Novus Ordo Missae? ¿Cómo y bajo qué condiciones se puede utilizar este rito inmemorial? ¿De qué manera se ha mantenido y desarrollado? El reciente motu proprio del Papa Francisco, Traditionis custodes, nos brinda una oportunidad para analizar estos puntos.

No es difícil descubrir cinco etapas entre 1970, fecha de la promulgación del nuevo rito, y 2021 testigo de la publicación de Traditionis Custodes.

I. 1970-1984: El nuevo misal de la nueva Iglesia

La entrada en vigor del misal de Pablo VI en 1970 congeló la celebración según el rito tridentino. Sacerdotes y laicos fueron testigos de la aparición del Novus Ordo Missae (NOM) como reemplazo del antiguo rito. El 14 de junio de 1971, la Congregación para el Culto Divino publicó una nota indicando que, después de la aprobación de las traducciones del NOM, todos deberían usar "únicamente la forma renovada de la Misa".

El uso del rito antiguo solo se concedía a los sacerdotes ancianos o enfermos, en privado y con permiso del Ordinario, hasta su extinción. Durante esta época, los sacerdotes fieles tomaron una posición aparentemente "contra la ley". Al menos hasta 1988, los únicos sacerdotes ordenados para celebrar la Misa Tridentina eran los de Monseñor Lefebvre.

La posición de Pablo VI durante el consistorio del 24 de mayo de 1976 es inequívoca: "La adopción del NOM ciertamente no se deja a la discreción de los sacerdotes o de los fieles", y la Instrucción del 14 de junio de 1971 preveía la celebración de la Misa según el rito antiguo, con la autorización del Ordinario, únicamente para los sacerdotes ancianos o enfermos, que ofrecen el Divino Sacrificio sine populo. 

"Nuestro santo predecesor Pío V hizo obligatorio... el Misal reformado después del Concilio de Trento. Nos exigimos... con la misma autoridad suprema todas las demás reformas litúrgicas, disciplinarias y pastorales que han madurado en la aplicación de los decretos del Concilio".

"Cualquier iniciativa que intente obstaculizarlos no puede reclamar la prerrogativa de prestar un servicio a la Iglesia; al contrario, le causa graves daños a la Iglesia". Por tanto, el Papa quería que el rito antiguo se extinguiera y que fuera sustituido por el nuevo rito, estableciendo un paralelo con el mismo San Pío V.

Pablo VI invita a los fieles que se sienten vinculados con las formas de culto del pasado a que "puedan encontrar hoy el apoyo y el sustento que buscan en las formas renovadas que el Concilio Ecuménico Vaticano II y nosotros mismos hemos decretado como necesarias para la unidad de la Iglesia". Palabras e ideas similares a las utilizadas por Francisco en Traditionis custodes.

Durante esta época:
- Ninguna Misa Tridentina pública era considera "legal". Se permiten las Misas privadas hasta el fallecimiento de los sacerdotes ancianos.
- Los sacerdotes que continuaban celebrando públicamente la Misa Tridentina eran generalmente perseguidos, a veces tolerados, nunca aprobados.
- Solo Monseñor Lefebvre continuó formando y ordenando sacerdotes para el rito tradicional, en abierta oposición al Concilio y a la nueva misa, y fue sancionado por una suspensión a divinis en 1976.

II. 1984-1988: La Misa y el indulto

Ante la persistencia del rito tradicional, su éxito y su vinculación con la oposición al Concilio, la Santa Sede decidió tomar una medida para satisfacer a los partidarios del rito tradicional. Esta medida fue el "indulto" del 3 de octubre de 1984 de la Congregación para el Culto Divino, llamado Quattuor abhinc annos.

Este texto había sido precedido por una investigación iniciada cuatro años antes por la Congregación sobre la aplicación y recepción del Misal de Pablo VI, y las posibles resistencias a superar. Esta consulta fue, según expresa la carta, reconfortante: "Casi en todas partes del mundo, el problema de los sacerdotes y los fieles que permanecen adheridos a la Misa Tridentina parece haberse resuelto casi por completo".

Pero como en algunos lugares "persiste el problema [del rito antiguo]", el Papa emitió un indulto para la celebración según el Misal de 1962, que los obispos podían otorgar a quienes lo solicitaran.

Este indulto fue dado en condiciones muy precisas. En primer lugar, debía quedar claro públicamente que los sacerdotes y los fieles nada tenían que ver con quienes cuestionaban la "fuerza legal" y la "rectitud doctrinal" del Misal de Pablo VI.

Las demás condiciones se refieren a las circunstancias: celebración en iglesias específicas, determinadas por el obispo, en las horas y condiciones que él decidiera, excluidas las parroquias; los ritos antiguo y nuevo no debían mezclarse.

La carta concluye señalando la benevolencia del Santo Padre hacia todos sus hijos, precisando que esta concesión no debe en modo alguno perjudicar "la observancia de la reforma litúrgica en la vida de cada comunidad eclesial".

Este indulto incluye la naturaleza de la relación entre el antiguo y el nuevo rito: hasta el motu proprio Traditionis custodes, para los Papas posconciliares, el rito tradicional solo debía existir como una excepción al nuevo, que es el rito ordinario de toda la Iglesia, y a condición de que no se cuestionara este punto.

En el indulto, se exigía explícitamente esta condición, al punto de que la asistencia a estas Misas "concedidas" no podía significar dejar de adherirse, al menos exteriormente, a este principio. Es por esta razón que Monseñor Marcel Lefebvre rechazó tal "concesión".

En la audiencia que le concedió Juan Pablo II en noviembre de 1979, durante la cual monseñor Lefebvre pidió autorización para continuar celebrando la Misa Tradicional, el prefecto de la Doctrina de la Fe, el cardenal Seper, advirtió al Pontífice: "Pero, Santísimo Padre, ¡hacen de esta Misa un estandarte!"

Esto era reconocer que la Misa Tridentina era el estandarte de una amplia oposición al Concilio y al modernismo, y que no podía ser autorizada. Las condiciones del indulto querían suprimir este carácter de "estandarte": el solicitante tenía que negarlo oficialmente en su solicitud.

Por tanto, la situación hasta 1988 era la siguiente:
- Las Misas Tridentinas "legales" fueron introducidas, a juicio de los obispos, en lugares y tiempos definidos, y solo con la condición de aceptar la bondad y legitimidad de la Misa de Pablo VI.
- La Fraternidad San Pío X y otras instituciones religiosas afines, rechazan estas condiciones y continúan celebrando únicamente la Misa Tridentina porque rechazan la nueva. 
- Solo monseñor Lefebvre y monseñor De Castro Mayer en Campos forman y ordenan sacerdotes que seguirán celebrando la Misa Tradicional, rechazando la nueva. 

III. 1988-2007: Ecclesia Dei Adflicta

El 30 de junio de 1988, monseñor Lefebvre consagró cuatro obispos, debido a la grave necesidad en la que se encontraba la Iglesia: era imposible ser ordenado sacerdote según los medios "legales", si no se aceptaba, al menos exteriormente, la nueva misa y el Concilio con todos sus errores.

Juan Pablo II declaró la excomunión de monseñor Lefebvre mediante el motu proprio Ecclesia Dei adflicta, que confirmó el indulto, invitando a los obispos a aplicarlo con generosidad, y permitió la creación de institutos sacerdotales utilizando la liturgia tridentina, según las condiciones habituales de aceptación del Concilio.

Así fue como nacieron en los años siguientes la Fraternidad San Pedro y diversas fundaciones. La Pontificia Comisión Ecclesia Dei fue fundada para administrar estos asuntos desde Roma.

Los principios se recuerdan en una carta de monseñor Perl, secretario de la Comisión Ecclesia Dei, fechada el 18 de noviembre de 1993, que decía, entre otras cosas: "El Indulto es una concesión que no está destinada a durar para siempre. […] La celebración de la Misa según el Misal de 1962 es la excepción. La regla es la reforma litúrgica introducida por la Iglesia hace 25 años, seguida por el 99% de la Iglesia".

Los principios quedan claros: la norma es la Misa de Pablo VI, y quien la acepta puede, dentro de ciertos límites, celebrar el rito anterior, al menos mientras exista una oposición que controlar, la cual es mejor tolerar que dejarla en manos de monseñor Lefebvre.

Durante este período:
- Monseñor Lefebvre ordena sacerdotes, pero también obispos que continúan celebrando el rito tradicional como signo de adhesión a una doctrina bien definida y opuesta a la de la Nueva Misa.
- La Santa Sede prosigue el régimen del indulto de 1984, pero autoriza la ordenación de sacerdotes en los institutos -en 2002 de un obispo- que celebran el rito tridentino con la condición de aceptar el NOM y el Concilio. Todos los sacerdotes deben adherirse públicamente a estas condiciones para poder celebrar.

IV. 2007-2021: La filosofía de Summorum Pontificum

La promulgación por Benedicto XVI del motu proprio Summorum Pontificum, el 7 de julio de 2007, aporta un nuevo elemento. Este documento afirma que la Misa Tridentina nunca había sido abrogada, contradiciendo así a Pablo VI, y determina nuevas y más amplias condiciones para su celebración.

Sin embargo, la Misa Nueva se presenta como el rito normal de la Iglesia, porque hay "dos formas del mismo rito romano" en vigor: una ordinaria y otra extraordinaria. La Misa Tridentina no es derogada como rito extraordinario, pero no está en vigor como rito ordinario.

Se afirma que las dos expresiones de la lex orandi del rito romano: "en modo alguno inducen a una división de la 'lex credendi' (ley de la fe) de la Iglesia: en efecto, son dos usos del único rito romano".

Sin embargo, pretender que los dos ritos no pueden conducir a una división de la lex credendi equivale a afirmar que los dos ritos expresan las mismas creencias. ¿Cómo pueden estos dos ritos contradictorios expresar las mismas creencias? Ese es el problema que surge desde el "Breve Examen Crítico".

Al identificar la lex credendi expresada por los dos ritos, Summorum pontificum parece cambiar el sentido del misal tridentino (siendo el rito de Paulo VI ordinario), conservando su forma exterior.

Una identificación conforme a la hermenéutica de la continuidad, según la cual el misal antiguo y el nuevo, la Iglesia antigua y la nueva pueden reducirse ad unum, sintetizarse para cerrar un conflicto a la espera de que se abra otro, según la dialéctica hegeliana.

La Misa Tridentina se declara igual a la Misa Nueva: por eso todos los sacerdotes pueden celebrarla, al menos en privado, y también en público con ciertos límites organizativos, sin tener que someterse a condiciones especiales en cuanto a la profesión de la nueva fe.

Sin embargo, el texto solo concede el derecho a utilizar el antiguo rito a los sacerdotes "no impedidos legalmente". Todo sacerdote ordenado debe aceptar el Concilio y la Misa Nueva, y firmar la profesión de fe conciliar impuesta por Juan Pablo II en 1989, incluso en los (antiguos) institutos Ecclesia Dei. Salvo algunas excepciones, solo aquellos que habían aceptado el Concilio y el NOM podían utilizar el motu proprio.

En este período, la situación es la siguiente:
- La FSSPX (y algunas otras comunidades) continúan celebrando el rito tridentino. Asimismo, continúa formando sacerdotes que rechazan la Nueva Misa y las nuevas doctrinas.
- El nuevo régimen, por un lado, hace prosperar la celebración del antiguo rito, al que está vinculada la aceptación del nuevo; por otro lado, coloca el rito tradicional en manos de sacerdotes y laicos, quienes, descubriendo su significado dado por la tradición, lo encuentran incompatible con el NOM.

 

V. 16 de julio de 2021: Traditionis custodes

El Papa Francisco intervino a través del motu proprio Traditionis custodes. El documento, aunque muy restrictivo, no se aparta mucho de la letra y el espíritu del indulto de 1984. Reafirma que la única forma actual de la lex orandi del rito romano es el misal de Pablo VI.

Pero la concesión continua (aunque limitada) del misal tridentino muestra unidad. Tanto si se trata de un indulto como de un rito extraordinario, el concepto es similar: la ley anterior se aplica a modo de excepción.

Sin embargo, se insiste enérgicamente en el deber de los obispos de verificar que la celebración de la Misa Tridentina no esconda una concepción tradicional ("no alineada") de la Iglesia: que no se convierta en un "estandarte".

Son los mismos conceptos contenidos en el indulto o en Summorum pontificum, pero reforzados por una serie de estrictas medidas y recomendaciones sobre la aceptación del Concilio y del nuevo rito: ¿por qué insistir tanto en una condición que siempre ha sido necesaria?

La concepción de la hermenéutica de la continuidad de Ratzinger cambia el significado del rito antiguo, al tiempo que lo conserva exteriormente. Los círculos de Ecclesia Dei, acostumbrados, al menos exteriormente, a este pensamiento, nunca tuvieron inconvenientes particulares al respecto. 

Pero al haber sido puesta al alcance de todos, la Misa Tradicional acabó imponiendo, a los sacerdotes y a los fieles que se acercaban espontáneamente a ella, su propio sentido "natural", tradicional, evidentemente incompatible con el del rito montiniano.

Especialmente entre los clérigos jóvenes para quienes la liturgia antigua y la tradición habían estado ocultas durante décadas, y debido a su deficiente preparación teológica, la revelación del "mundo del pasado" a través de la Misa fue capaz de hacerles descubrir el sentido del sacerdocio negado por los formadores en los seminarios.

Este es el verdadero efecto positivo, aunque accidental e involuntario, del documento del Papa Emérito. Esto es lo que temían los progresistas, menos académicos que Ratzinger y más pragmáticos.

El Papa Francisco, por tanto, viene a poner las cosas en orden, diciendo en cierto modo: "Les dijimos: sí a la Misa Tridentina y no a la doctrina anterior, y ustedes hicieron lo contrario. (...) Esto es el resultado de haberla puesto con demasiada facilidad al alcance de todos, especialmente de los jóvenes.

"La continuación de esta Misa corre el riesgo de ser la continuación de una concepción de la Iglesia a la que nos oponemos absolutamente. Por lo tanto, debe ser puesta nuevamente en manos de unos pocos grupos seleccionados y bien controlados donde no haya riesgo de confusión".

Sobre todo, es necesario quitarla del alcance del clero joven, que se deforma fácilmente. El concepto es claro: no hay una Iglesia del misal tridentino, solo existe la de Vaticano II, y el misal tridentino no puede expresarla; los que usan el misal tridentino intentan revivir una "verdadera Iglesia" opuesta a la de Vaticano II y a la del misal montiniano, un crimen imperdonable.

La reacción de las comunidades Ecclesia Dei y de las personas vinculadas a Summorum pontificum es muy reveladora. Casi todas insistieron en un punto, a saber: "¡No somos nosotros los que queremos hacer de la Misa un estandarte! Si alguien lo hizo, es culpa suya nada más, no una falta colectiva".

Hay un recordatorio general de la fidelidad debida a Vaticano II, y una clara afirmación de no reconocerse en la crítica del Papa a los usuarios del misal tridentino. Todos niegan las acusaciones del motu proprio: aceptación del Concilio, de la Nueva Misa y rechazo del cisma de Monseñor Lefebvre, con quien no tienen contacto. Son inocentes.

Ni siquiera Monseñor Schneider, que afirma el derecho de todo sacerdote a la Misa Tridentina, y ha pedido una cierta resistencia al documento del Papa Francisco, se aparta de esta lógica. Por tanto, la constancia de la línea de la Santa Sede ha convencido incluso a quienes se resisten a la línea de Francisco de que no es necesario atacar la Misa Nueva ni el Concilio para seguir celebrando la Misa Tradicional.

Desde 1984, la política papal de tolerancia limitada y regulada ha logrado su primer y principal objetivo: no eliminar la Misa Tridentina, sino convencer a todos de que no debe considerarse en oposición a la nueva.