Entrevista Monseñor Fellay: "Más que otra cosa, el mundo actual necesita sacerdotes"

Fuente: Distrito de América del Sur

Monseñor Bernard Fellay publicó un libro de entrevistas concedidas a Robert Landers, un fiel que lo entrevistó en Menzingen en 2016.

Monseñor, acaba usted de publicar un libro bellamente titulado "Por amor a la Iglesia". ¿Nos puede contar algo sobre su origen?

Monseñor Fellay: Este libro ha tenido un largo período de gestación. Mi agenda no me permitía toda la libertad necesaria para escribir un trabajo así. ¡Fue diseñado desde hace cuatro años! Y su escritura se completó hace más de un año. Como resultado, los temas tratados en el libro han perdido un poco de su actualidad.

"Por amor a la Iglesia" nos invita a reflexionar sobre el lugar de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en la Iglesia. ¿No debería estar este lugar en Roma, porque Roma es la cabeza, pero también el corazón de la Iglesia?

El corazón de la Iglesia es el Espíritu Santo, es el amor de Jesús, y también es el sacerdocio, tan íntimamente ligado a Nuestro Señor y a su Sagrado Corazón. La cabeza de la Iglesia es Cristo.

Aquí abajo, el líder visible de la Iglesia es el Papa, al que, por supuesto, estamos sujetos, a quien respetamos y siempre hemos respetado, así como a todas las autoridades legítimas de la jerarquía eclesiástica.

El lugar de la Fraternidad está en el centro, en el corazón de la Iglesia. Porque el sacerdocio y la Santa Misa, íntimamente ligados entre sí, son el corazón de la Iglesia; la bomba que transmite la vida de la gracia a todo el cuerpo.

Como católicos romanos que somos, nuestro lugar está también en Roma. Pero, como ya sabemos, estamos atravesando una crisis terrible, una desorientación verdaderamente diabólica, que hace que la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad, haya sido reemplazada por una nueva Roma, nacida del Concilio Vaticano II, una Roma neomodernista y de tendencia liberal, a la que debemos resistirnos para poder conservar la fe.

Sin embargo, la "cuestión romana", como la llamaba Monseñor Lefebvre, está en manos del Superior General. Es él quien posee las gracias de estado para realizar concretamente el desarrollo de las relaciones de la Fraternidad con Roma.

Transmitir la fe parece haber sido la principal preocupación de Monseñor Lefebvre, pero ¿Vaticano II no forma parte de la fe?

La transmisión de la fe fue ciertamente una de las principales preocupaciones de Monseñor Lefebvre, porque el obispo, por ser sucesor de los apóstoles, está dedicado a la enseñanza de la doctrina. Y Vaticano II, definitivamente llamó su atención, no tanto como un tema de enseñanza, porque el Concilio quiso ser pastoral y no dogmático, sino principalmente por sus errores, resbalones peligrosos, adaptaciones que querían poner a la Iglesia en armonía con el mundo; el resultado está frente a nosotros, dramático y cruel... en lugar de elevar el mundo al cielo, Vaticano II ha hundido a la Iglesia en la vorágine del mundo temporal...

San Pío X decía que la ignorancia religiosa era la característica de su época, ¿cuál cree usted que sea la de la época actual? ¿Y cómo oponerse a esto espiritualmente?

Esta ignorancia religiosa solo ha aumentado. Hoy, haría falta encontrar una palabra aún más seria, pero que vaya en el mismo sentido. Hemos entrado en un desierto, un vacío abismal de ignorancia... al grado de olvidar al Creador, Autor de este mundo, del cual depende absolutamente toda criatura. Igualmente, el Redentor ha desaparecido y, por lo tanto, también ha desaparecido su LEY, el amor verdadero. La obra del Redentor es ignorada, como también lo es su ley de amor.

Nuestro Señor nos ha dado, a través de San Pablo, la solución a este mal: predicar a tiempo y a destiempo una doctrina plena, íntegra, llena de caridad y del ejemplo de la misericordia de Jesús.

¿Cómo ser sacerdote en nuestra sociedad posmoderna?

En una sociedad posmoderna que ha perdido prácticamente todos sus valores, el sacerdote es más necesario que nunca. Pero hay que recordar que posee un carácter profundamente atemporal. El sacerdote es otro Jesús, es el embajador de Dios, que da a sus criaturas una ley eterna, válida para todos los tiempos, que repara los pecados de los hombres para que puedan ser salvos.

Más que otra cosa, el mundo de hoy necesita sacerdotes.

¿No es cierto que actualmente existe tanto una desaparición como una exageración en el culto mariano? ¿Cómo encontrar el equilibrio?

Nuevamente, en un mundo sin puntos de referencia, los hombres inventarán novedades según sus sentimientos.

Es cierto que el culto tradicional a la Virgen María tiende a desvanecerse. Solo hace falta ver el valor dado al rosario por las masas... Y la fe pura y exigente es suplantada por una búsqueda de lo extraordinario... Vienen a la mente las "apariciones" de Medjugorje, por ejemplo, donde el mensaje y los videntes presentan aspectos más que dudosos.

El equilibrio se restaura tan pronto como la fe recupera su lugar primordial. Entonces, la Santísima Virgen María también recibe el homenaje y el amor filial del cristiano, ella ejerce su papel de Madre y exige a sus hijos que sean tales.

¿Puede haber todavía un reinado social en esta época en que el secularismo es aceptado por todos, incluso por la Iglesia?

Nuestro Señor, siendo Dios, afirmó a los apóstoles: "Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra" (Mt 28:18).

Esta frase debe tomarse en su total sencillez, pues nos recuerda los derechos de Jesús sobre todas las criaturas, pero también sobre la sociedad humana, sobre los países, sobre los gobernantes.

El hecho de que estos últimos no quieran reconocerlo no cambia nada. Él es Rey en el sentido completo del término y este título es muy importante para nosotros. Es un deber profundo trabajar por el establecimiento de la Realeza social de Nuestro Señor Jesucristo.

Pero recordemos que la oposición o la persecución a la Iglesia no es un tema nuevo.

¿Cuáles son las señales de aliento que más lo impactaron durante sus años como Superior General?

Tomando en cuenta los últimos 24 años de la Fraternidad San Pío X, podemos constatar, con gran consuelo, las bendiciones del Buen Dios, que vienen de todos lados y son muy abundantes: una fe viva, almas que se convierten y que se salvan.

Un gran consuelo es la hermosa liturgia, que eleva los corazones y da la fuerza para vivir de acuerdo con la ley cristiana y sus requisitos en el mundo de hoy.

Las escuelas y tantas obras que florecen en todo el mundo, las conversiones, una profunda devoción mariana; todo esto son señales de aliento muy reales y numerosas, logradas a través de mil peripecias. 

A pesar de todas las dificultades, podemos ver el crecimiento de esta obra tan hermosa que es la Fraternidad y que, algún día, será reconocida como tal.

Monseñor Bernard Fellay, Pour l’amour de l’Eglise, entrevistas con Robert Landers, Via Romana, 2019, 152 páginas.