La Virgen y nuestros tiempos

Fuente: Distrito de América del Sur

"...para ser verdadero cristiano, hay que ser verdadero mariano"

Lea la editorial de la nueva Jesus Christus. Hoy más que nunca debemos dar oídos al mensaje de nuestra Señora en Fátima cuando el mundo moderno y los protestantes, a quienes lamentablemente se han unido los seguidores de las nuevas corrientes teológicas, quieren hacerlo olvidar.

Centenario de las apariciones de Fátima

Un tiempo sin María, así caracteriza un manual moderno al tiempo post-conciliar:

Tras la clausura del concilio Vaticano II se originó, por muchos y variados motivos, una crisis profunda en el quehacer teológico en general y en especial en la mariología. El decenio siguiente a la promulgación de la constitución Lumen Gentium (1964-1974) se ha denominado el decenio sin María, por el evidente vacío de la Virgen tanto desde la perspectiva teológica como por la inquietante disminución de la devoción mariana.1

El manual, publicado por la universidad del Opus Dei, continúa:

Diferentes factores produjeron un vacío mariano y una desorientación en el clero y en el pueblo católico, cuya primera manifestación fue el silencio y una cierta desconfianza hacia las prácticas tradicionales. Se dejó de explicar el tratado sobre la Virgen y se arrinconaron las devociones multiseculares que conformaban profundamente la vida del pueblo de Dios. En esta época tanto la mariología como el culto mariano rayaron casi en la nulidad.2

El final de la descripción es desolador: si antes el verdadero católico se enorgullecía afirmando que nunca se cantarán suficientemente las grandezas de la Virgen –de Maria numquam satis–, ahora el católico conciliar, avergonzado de su Madre (por razones ecuménicas), dice

basta, no sigamos más, silenciémosla, no exageremos; de Maria satis, de Maria numquam.3

El mensaje en Fátima es otro. Está en las antípodas del mensaje conciliar. Dios quiere, más bien, que los tiempos presentes sean los de María. Voluntad divina es que en nuestro tiempo su Madre sea honrada y amada, que tenga hoy un lugar especial en la historia de la salvación.

Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado. Prometo la salvación a quien practique esta devoción. El mensaje de Fátima no sólo se refiere a la salvación personal, abarca también una dimensión social. Para que se acaben la guerra de las naciones y las persecuciones a la Iglesia, es necesario rezar muchos rosarios, devoción mariana de las más encomendadas. Y por el Santo Padre, tendrán grabado en el corazón los pastorcitos cuando ofrecían sus plegarias.

Se podría objetar diciendo que no es conveniente fundar una espiritualidad en Fátima pues las apariciones no tienen carácter de revelación pública –que obliga a creer a todos los cristianos–. La objeción presenta un argumento válido, pero se equivoca al pensar que la especial devoción que hoy merece la Madre de Dios se funda en la aparición a los tres pastorcitos. Fátima es un hecho puntual que corrobora un proceso del magisterio de la Iglesia católica.

En efecto, en los siglos recientes la enseñanza de los Papas acentuó su carácter mariano. Un dato concreto: los dos últimos dogmas definidos ex cathedra no son en inmediata relación a Cristo sino a las grandezas de María (Inmaculada Concepción en 1854 y Asunción en 1950). Por otra parte, los textos pontificios en honor de Nuestra Señora se multiplicaron desde Pío IX hasta vísperas del concilio. León XIII enviaba cada año al orbe católico una encíclica honrando la advocación del Rosario. San Pío X y Pío XII escribieron con autoridad papal magníficos tratados de mariología.

El magisterio fue orientando así a la Iglesia a una espiritualidad mariana más desarrollada, más profunda, como propia para nuestros tiempos. En este contexto Fátima fue sólo la confirmación celestial de la enseñanza papal. Nuestra devoción a la Virgen y a su Inmaculado Corazón no se es ni sentimentalismo ni aparicionismo. Es docilidad a la tradición y al magisterio romano. Sin dar tantos rodeos teológicos, se puede resumir el sentir del pueblo católico: para ser verdadero cristiano, hay que ser verdadero mariano.

Fátima se descubre, estimado lector, como la devoción para nuestros tiempos. De ahí esta Iesus Christus dedicada al centenario.

En el Corazón Inmaculado está nuestra fuerza y nuestra esperanza. Quiera la Madre Reina bendecir nuestras almas y la Santa Iglesia.

Con mi bendición,

  • 1Pág. 689, Diccionario Teológico del Concilio Vaticano II, bajo la dirección de José R. Villar, Pamplona, EUNSA, 2015.
  • 2Ídem, pág. 690.
  • 3Ídem, pág. 690: “Como sostienen algunos mariólogos, se pasó del gozo del lema de Maria numquam satis de la década de los cincuenta al de Maria numquam o al de Maria satis”. Lumen Gentium, nº 67: “Se exhorta a los teólogos y a los predicadores que se abstengan con cuidado tanto de toda falsa exageración, como también de una excesiva estrechez de espíritu, al considerar la singular dignidad de la Madre de Dios… Aparten todo aquello que, sea de palabra sea de obra, pueda inducir a error a los hermanos separados o a cualesquiera otros acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia”. Podríamos decir que el Vaticano II produjo en la teología católica una “crisis de identidad” semejante a la de un adolescente rebelde: vergüenza por los suyos –especialmente por sus padres– y admiración por los de afuera. Es la teología que lleva a aplaudir a Lutero en sus 500 años…