¡Quién como Dios! ¡Nadie sólo Dios! Un día en el campamento San Miguel Arcángel

Fuente: Distrito de América del Sur

Formación de las patrullas en la "Plaza de armas" para izar la bandera

Cada año, del 8 al 27 de enero tiene lugar el campamento San Miguel Arcángel para niños de 7 a 14 años. Este año fue en Villa María, en la estancia Yucat de la orden de la Merced y asistieron 87 niños.

Muchos niños participan del campamento San Miguel cada año, muchos y pequeños. Este último campamento hubo 87 niños, los más pequeños de siete años más uno de 6 años que se animó a hacer el campamento acompañado de sus dos hermanos, ya antiguos campamentistas. Con los sacerdotes, seminaristas, hermanos y ayudantes laicos, fueron cien las personas que durante veinte días, sí, ¡veinte días!, formaron parte de esta obra magnífica de formación intelectual, moral y espiritual de la FSSPX.

Terminado el campamento, los niños regresan a sus casas agotados, con algunas “heridas de guerra”, pero con una gran sonrisa. Tal vez sus padres se esperaban lo contrario; pensaban que sería como una “colonia de vacaciones” y se encontraron con una sorpresa que les hace dudar si valió la pena haber extrañado tanto a sus tiernos niños durante todos estos largos días.

¿De qué se trata el Campamento San Miguel? ¿Por qué se ha hecho tan famoso, cuenta tantos años de existencia y tantos niños lo vuelven a hacer cada año?

Vamos a contarles, simplemente, cómo se desarrolla un día en el Campamento San Miguel.

Con Dios me levanto

Por la mañana, antes de la levantada de los campamentistas, los sacerdotes y seminaristas se reúnen en la capilla para cantar el oficio de Prima, como en todas las casas de la FSSPX. Al momento de comenzar el oficio, uno de los seminaristas con un ayudante laico, se aparta de la capilla y frente a las carpas suena un triple silbato y se oye tres veces el grito “¡Quién como Dios!”, al que inmediatamente responden los niños “¡Nadie, sólo Dios!”. Todos de rodillas, se rezan las tres Ave Marías sobre la bolsa de dormir para dedicar a Dios los primeros pensamientos del día y pedir a nuestra Madre del Cielo las gracias necesarias para toda la jornada. Señal de la Cruz y un salto fuera de la carpa: Todos los niños salen corriendo al río a lavarse la cara y asearse para estar listos al momento más importante del día: La santa misa. Ordenan bien sus carpas, dejando la bolsa de dormir enrollada y todas sus pertenencias dentro de los bolsos y formados, limpios y arreglados, marchan a la capilla para las oraciones de la mañana. Mientras tanto, uno de los sacerdotes, el que no celebrará la misa de los niños, está terminando de celebrar la misa a la que asisten los cocineros para poder tener el desayuno preparado ni bien termine la misa de los niños. Durante la misa, un sacerdote está siempre disponible para atender las confesiones de los niños. Los seminaristas explican las ceremonias de la misa y cada día el sacerdote les predica un sermón sobre un tema específico, propio de su edad.

El respeto a nuestra patria y tradiciones

Fortalecidos con el alimento espiritual, después de la acción de gracias de la misa, se dirigen al comedor para tomar el desayuno, luego del cual, los niños se dirigen a la “Plaza de Armas”, donde formados por patrullas frente a sus propios estandartes, contemplan, firmes, la izada de bandera cantando “Cristo Jesús, en ti la Patria espera” reflejando la piedad debida a nuestra Patria.

En la formación, cada niño recibe su puntaje, se le hacen las correcciones pertinentes a cada uno y a cada patrulla y se reparten los trabajos correspondientes de la mañana.

Te ganarás el pan con el sudor de tu frente1

En el campamento todos los niños colaboran con los trabajos, según sus edades. Las patrullas reciben los cargos y los jefes de cada patrulla los distribuyen: Unos buscan leña, otros ayudan al cocinero a preparar los ingredientes del almuerzo, a los que les tocó lavado, lavan los elementos necesarios para preparar la comida y buscan agua, y el resto se encarga de cuidar de la limpieza del campamento. Cada grupo va acompañado por seminaristas y ayudantes que también colaboran con los trabajos y que vigilan que los mismos sean bien repartidos para que todos ayuden y nadie se lastime. Es una regla muy importante en el campamento que los niños en todo momento estén acompañados y vigilados por seminaristas y ayudantes para evitar cualquier peligro previsible en medio de la naturaleza.

El campamento colabora con las familias fomentando con pequeñas tareas el espíritu de sacrificio. Si bien los campamentos son un tiempo de vacaciones para los niños, es bueno que ellos aprendan que no sólo durante el año, sino también en vacaciones, hay obligaciones que no pueden abandonarse y que hay tiempo para todo: Para jugar, para rezar y para trabajar.

Mente sana en un cuerpo sano

Habiendo cumplido nuestros deberes para con Dios, ordenado el campamento y hechos todos los trabajos necesarios para el desarrollo de la jornada, ahora sí, podemos dedicarnos a los juegos. Uno de los momentos más esperados del día ha llegado. Las patrullas se forman para competir por el puntaje tan deseado y las estrategias se organizan a fin de poder ser los ganadores de los premios que se recibirán al final del campamento por los puntajes.

Cada jefe tendrá que organizar su patrulla y hacer que todos los integrantes rindan lo máximo en cada juego a fin de poder alcanzar la victoria.

Este momento, aunque parezca una pura recreación, es de capital importancia para el campamento como actividad formativa, y se hacen grandísimos esfuerzos para que se cumplan todos los objetivos del cronograma de juegos. La razón es que basta acercarse a vigilar a los niños en los juegos para descubrir en ellos las virtudes que tienen más facilidad de fomentar y los defectos que deben corregir, ya que en esos momentos no los pueden ocultar. Todo aparece a las claras frente a una pelota de futbol, en un juego de destreza o corriendo atrás de un escalpo. Ahí se descubren los verdaderos líderes, los valientes, los más tímidos, los que tienen espíritu de cuerpo, los irascibles, los orgullosos, etc.

Al aire libre, corriendo de una punta a otra del campo de deportes, en grupos, ordenados por su jefe, con la esperanza de ser los ganadores, los niños se divierten, aprenden y forjan las más sanas amistades.

El esperado sustento

Agotados por las actividades de la mañana, sin un minuto desperdiciado, los niños corren a darse una lavada de cara, beber un poco de agua para refrescarse y se dirigen al comedor para el almuerzo.

Ciertamente las comidas no son cada día las más halagadoras, si bien los domingos y algunos días a la semana se pueden dar algunos lujos, pero todo se aprovecha para la formación y el desarrollo de las virtudes. Ricos y abundantes guisos de fideos, arroz, lentejas o polenta, preparados con gran esfuerzo y dedicación de nuestros cocineros, desaparecen de las enormes ollas en cuestión de minutos. Ciertamente no se comparan con la hamburguesa, el sándwich de milanesa o las papas fritas preparadas por mamá, pero pocos días después de comenzado el campamento, todo es un manjar cuando se necesitan reparar las fuerzas. “Hay que comer todo y de todo”, “la comida no se tira”… máximas que todos hemos escuchado más de una vez.

Por la tarde, después de lavar los platos, un tiempito de patrulla para preparar “la guarida”, compartir las experiencias del día y ver en qué se debe mejorar, y nuevamente toca el silbato para continuar los juegos.

Los juegos de la tarde suelen ser los llamados “juegos mayores”. Estos exigen una mayor estrategia, no tanto esfuerzo físico. Se debe pensar bien quién cumplirá cada rol, ordenar bien las “piezas del ajedrez” para que cada uno cumpla su función y la patrulla, como un cuerpo, pueda conseguir el objetivo. Un solo integrante fuera de su lugar puede debilitar la patrulla y llevarla al fracaso. Cada uno de los juegos descifra una clave que abre la puerta a cada uno de los niños para que descubran sus talentos, los desarrollen y aprendan ellos mismos a corregir sus defectos.

Sana formación

Un merecido chapuzón en el río, con champú y jabón y con lavado de ropa en días respectivos preceden a la merienda, luego de la cual sigue la conferencia de la tarde.

Agotadas las fuerzas físicas, la inteligencia se encuentra en su mejor momento para saciarse de buenas enseñanzas, historias o vidas de santos que confirman las verdades del catecismo. Todos los días un sacerdote, seminarista o hermano, imparte una conferencia sobre temas determinados y previamente preparados con gran esfuerzo. No se debe desaprovechar este momento en que se tiene la atención de todos los niños para comunicarles la luz de la sana doctrina. Las preguntas no se hacen esperar, lo que manifiesta el interés con que los niños oyen las charlas de formación.

Cae el sol y, bajada la bandera, todo lo vivido en el día se consagra a la Santísima Virgen por el rezo del santo rosario por patrullas. Cada una acompañada de algún sacerdote, seminarista o hermano.

Con Dios me acuesto

Ya en el comedor, un último juego si la cena no está lista: La “maratón de preguntas” sobre temas diferentes, guiada por algún ayudante. Acabado el día con la cena, si no hay juegos nocturnos, con algunos chicos ya durmiéndose en el comedor, sin haber perdido minuto alguno del día, se rezan las oraciones de la noche y el silencio vuelve al campamento. Agradecidos con Dios por tantos bienes recibidos cada segundo de la jornada, caminan a las carpas para el reparador descanso, sabiendo que el día siguiente amanecerá con una rutina semejante. Los que quieran, podrán quedarse al canto del oficio de completas, con el que los sacerdotes y seminaristas terminan las oraciones diarias.

Para los adultos, el día no termina. Todos los ayudantes se reúnen con los sacerdotes y todas las noches se evalúa uno por uno cada niño en su comportamiento y desempeño en los momentos de oración, en los trabajos, en los juegos, en las comidas, en las charlas. Es en ese momento donde se anotan los puntajes y las felicitaciones o correcciones que se darán al día siguiente en la formación cuando se hace la izada de bandera. Es un momento muy importante, ya que para los niños el puntaje es determinante y depende de su perseverancia cada día en el bien, de que se corrijan de sus defectos, de que se esfuercen por mejorar. Los que lo logren, alcanzarán la recompensa de los buenos campamentistas.

¡Quién como Dios!

Luz para la inteligencia por la formación, alimento para la voluntad por la oración y los sacramentos y mortificación para el cuerpo por los trabajos y sacrificios. Esa es la receta del campamento para ayudar a las familias en el crecimiento espiritual de sus hijos.

  • ¿Veinte días? Sí, veinte días que, en realidad, son muy pocos en comparación con los días del año en que los niños gozan de más o menos comodidades a las que están acostumbrados. También se necesita pasar esa barrera de tiempo para poder recibir todo lo que el campamento tiene para darles. Generalmente los niños necesitan diez días para entrar al campamento, para “aclimatarse”. Al décimo día, en realidad, el campamento recién comienza, es ahí cuando los niños se entregan del todo a las actividades, los trabajos, los juegos y se empieza a ver el fruto de las oraciones, los sacramentos, la formación, las amistades, etc.
  • Pero, ¿No extrañan a sus padres? Por supuesto que extrañan, pero aprenden a no estar tristes. Aprenden a extrañar sin perder la alegría, y los sacerdotes y ayudantes están presentes en todo momento para apoyarlos espiritualmente y darles ánimo, sabiendo que sus padres están felices de lo que hacen en el campamento. Van al campamento porque es bueno para ellos.
  • Pero vuelven tan agotados y ¡Hasta han bajado de peso! Claro, porque corren todo el día, hacen deporte, trabajan. Son veinte días sin un minuto inactivo, sin un celular, una computadora, una Tablet o un juego de video.

Tanto los niños como sus padres deben ser valientes. Si no van al campamento, lo que harán en las vacaciones: ¿Los ayudará a crecer en la fe, en la virtud y en el espíritu de sacrificio como lo hace el campamento? No privemos a los niños de gracias tan grandes.

  • 1(Génesis 3, 19)