Sermón de la fiesta de Santa Rita de Casia en Mercedes, Corrientes.

Fuente: Distrito de América del Sur

El 22 de mayo pasado el padre Marcelo Veler, venido de la misión de República Dominicana donde ejerce su apostolado a Mercedes para visitar a su familia, celebró la misa cantada en las fiestas patronales de la capilla Santar Rita de Casia de Mercedes, Corrientes. Reproducimos el sermón de la misa.

"Quien quiera ser mi discípulo, tome su cruz y sígame"

Queridos fieles:

Fiesta de Santa Rita de Casia. La vemos allí en su imagen, en su estatua; en el centro del altar con una cruz en su mano, mirando esa cruz. Se la invoca como la santa de las causas imposibles, de las cosas que ya no tenemos esperanza de conseguir, sin embargo, rogando a esta santa podemos conseguir lo que le pedimos.

Supo santa Rita entender ese llamamiento de nuestro señor Jesucristo. Había dicho nuestro Señor mientras predicaba en su vida pública: Quien quiera ser mi discípulo vaya, venda todo lo que tiene, delo a los pobres, renúnciese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Muy bien entendió nuestra santa este consejo de nuestro Señor. Desde jovencita tuvo el deseo de hacerse religiosa.

Ya saben la vida de nuestra santa, cómo los padres eran estériles, no podían tener hijos. Después de muchas oraciones vino a este mundo esta niña, Rita, desde muy jovencita le enseñaron a ser piadosa, le enseñaron las oraciones, le enseñaron la fe, y siempre, desde muy pequeña, quiso ser religiosa, entregarse a Dios por completo, tender a la perfección, salvar su alma, asegurar la salvación de su alma. Pero sus padres decidieron otra cosa, sus padres quisieron casarla con un joven, que formara un matrimonio. Ella lo aceptó en perfecta conformidad con la voluntad de Dios. Tomó ahí Santa Rita su cruz. Fue una esposa atribulada, obediente y sumisa a su esposo que no era santo, no era bueno; era de malas costumbres, entregado a los juegos y a los vicios. Dieciocho años tuvo que soportar Santa Rita su Cruz, la cruz del matrimonio, soportar a su esposo vicioso, no virtuoso, no bueno, sino malo. Ahí llevó ella su Cruz. Dios tuvo piedad de ella, la libró, podemos decir, de su esposo. Fue su esposo asesinado después de haberse convertido gracias a las oraciones de su santa esposa. Los ejemplos de Santa Rita hicieron que se convirtiera, que muriera y pudiera alcanzar el cielo. Hizo que se ganara el cielo. Pero Santa Rita tomo nuevamente sobre sus hombros la cruz al ver a sus hijos con deseos de venganza por el asesinato de su padre; querían la venganza. Nuevamente varios años de sufrimiento viendo a sus hijos con deseos de cometer un pecado horrendo, un asesinato más: matar a los que habían asesinado a su padre. Varios años de sufrimientos hasta que Dios la libró de esa cruz: Prefiero – decía Santa Rita a Dios en sus oraciones – verlos muertos antes que ver en mis hijos unos asesinos, unos pecadores. Dios la libró de esa cruz pero iba a tener que cargarla nuevamente al querer entrar al convento de las monjas agustinas en Casia.

Ya muerto su esposo y sus hijos, se vio libre Santa Rita y dijo “me voy a entregar al servicio de Dios. Ya está, no hay nada más que me ate a esta tierra”, y fue a tocar la puerta al convento, al monasterio de las monjas agustinas en casia a ver si la dejaban entrar. Una nueva cruz tuvo que cargar cuando le dijeron: “No usted no puede entrar, usted ya fue casada, ya es viuda, nuestro reglamento, el reglamento de nuestra orden no acepta personas viudas, personas que ya hayan estado casadas”. Una vez más cargó Santa Rita con su cruz. Se volvió a su casa, se armó un oratorio y se quedó rezando, pidiendo a tres santos a quienes les tenía especial devoción. A san juan bautista, a san Agustín y a san Nicolás de Tolentino, les pedía, les rezaba: "Intercedan por mí ante Dios, yo quiero entregarme a una vida más perfecta” y fue así que Dios la libró nuevamente de la cruz, de esa cruz de no poder entrar al convento, por un milagro: fueron estos tres santos que la llevaron milagrosamente y la pusieron dentro del convento. Apareció ahí, ella había pedido ingresar al convento y la Madre Superiora, al verla, reconoció un milagro: reconoció que era la voluntad de Dios que fuera religiosa.

Entró al monasterio. Uno podría decir que ya estaban cumplidos todos los deseos de Santa Rita de vivir una vida feliz, sin embargo, Dios le tenía preparada otra cruz. Fue en una ocasión en que ella estaba meditando sobre la Pasión del Señor, la Pasión y los sufrimientos de nuestro Señor Jesucristo que tanto le gustaba meditar, delante de un crucifijo que se produjo otro milagro: una espina de ese crucifijo, de la corona de espinas de nuestro Señor se clavó en su frente y le produjo una herida. Esa herida poco después empezó a producir un hedor muy fétido que hizo que nuestra santa cargara con una nueva cruz: la madre superiora la tuvo que mandar a su celda, a vivir ahí sola, apartada de toda la comunidad. Era insoportable el olor que despedía esa herida y los médicos no podían curarla. La herida continuaba. Fue una humillación muy grande la que tuvo que pasar Santa Rita en el convento, pero poco después Dios, que es tan buen amigo, tan buen pagador, empezó a hacer prodigios, a mostrar la santidad de su esclava, la santidad de su sierva Santa Rita.

Uno de los milagros que sucedieron es que estando ella enferma, tuvo que pasar cuatro años en cama, muy enferma, mandó a llamar una de sus parientas y le pidió que le trajera una rosa de su jardín. Era invierno, no había rosas en ese jardín, sin embargo esta parienta fue allí y tuvo la gran sorpresa de encontrar debajo de esa nieve una rosa, rosa que trajo a Santa Rita. Es por eso que se acostumbra en la fiesta de Santa Rita bendecir las rosas, la rosa de Santa Rita, por haber conseguido de Dios ese milagro.

Fue, queridos fieles, la vida de Santa Rita un camino de dolor, de sufrimiento, de cargar con la cruz de nuestro Señor. Quien quiera ser mi discípulo, tome su cruz y sígame. Ese el camino del cielo, y vemos como pagó nuestro Señor a esta santa. Fue apenas después de su muerte que el olor tan fétido que despedía aquella herida se trocó en un perfume, una fragancia dulce. Todos querían asistir y sentir ese perfume que salía de la llaga de Santa Rita. Ya estaba muerta, Dios comenzó ahí a mostrar la santidad de su esclava. Dios también le dio la gracia de estar incorrupta. El cuerpo de Santa Rita no sufrió la corrupción, la putrefacción que sufren todos los cuerpos, y esto de una manera milagrosa.

Queridos fieles, nos muestra Santa Rita cuál es el camino real de la santa cruz que nos conduce al cielo. Nos muestra cómo debemos aceptar las cruces que Dios nos manda de una manera alegre. Dicen los que cuentan su vida que siempre estaba alegre, siempre contenta porque sabía que todas esas cruces venían de Dios, eran voluntad de Dios. Esos sufrimientos eran voluntad de Dios y por ellos llegó nuestra santa a darnos un gran ejemplo: el ejemplo de esperar contra toda esperanza.

Patrona de las causas imposibles. Es en ese momento que debemos pedirle. Cuando ya no haya esperanzas humanas, cuando ya nos queramos desanimar, acordémonos de Santa Rita, de pedirle, de rogarle. Es nuestra patrona, será ella la que nos ayudará a perseverar hasta el fin. Solamente tiene premio el que llega hasta el fin, no el que comienza, no el que está un tiempo, no: el que va hasta el fin. El que persevere hasta el fin, ese recibirá el premio eterno, la corona de gloria.

Pidámosle entonces con gran confianza a nuestra santa patrona, Santa Rita, que nos alcance la gracia de cargar cada día nuestras cruces. En nuestras oraciones de la mañana digamos a Dios “acepto desde ahora las cruces que vas a enviarme, sé que serán para mi bien, sé que serán para la salvación de mi alma”, y no despreciemos esas gracias que Dios nos da de compartir su sufrimiento, de compartir su Pasión.

Ave María Purísima